"Mentiroso profesional, el mejor oficio del mundo"
Por Ernesto Mallo
Cuál fue el camino hacia la ficción de este escritor de policiales, director de Buenos Aires Negra-Festival Internacional de Novela Policial, que lanza la novela "Me verás caer".
Ernesto Mallo: todos los oficios, el oficio.
27/06/13 -
François von Hurter, mi editor inglés, me dijo una vez mientras
almorzábamos en las cercanías de Maida Vale, que yo tenía el mejor
trabajo del mundo. Me quedé pensando en la afirmación, y agregó, "y yo
tengo el segundo". Desde entonces, tengo una permanente sensación de gratitud hacia la vida que me hizo un escritor que vive de lo que escribe, tremendo privilegio. Conviven en mí las ideas de que podría haber sido cualquier otra cosa y la de que no podría haber sido otra cosa que escritor.
De hecho, antes de alcanzar el cielo de vivir de la literatura tuve infinidad de otros trabajos. Como le conté a mi amigo, ese exquisito colega que es Eduardo Berti, y él difundió: fui pinche de oficina, chofer de taxi, contrabandista, artesano hippie, traficante de marihuana, obrero industrial, acróbata, ladrón de alimentos, vendedor de librería, falso bandoneonista, agitador político, actor, marido argentino, camionero, falso notario, dramaturgo, delincuente subversivo, mago, director teatral, padre soltero, estafador selectivo, falsificador de documentos, representante de músicos, encubridor, guionista, vendedor de inmuebles, falso abogado, agitador sindical, falso ejecutivo, organizador de eventos, locutor de radio, ghost writer, maître, diseñador gráfico, periodista, editor...
Seguramente me olvido de algunos oficios que desempeñé y otros que prefiero no mencionar pues aún no han prescripto.
El más curioso fue el de falso bandoneonista. La Típica de Tuqui Almada comenzaba a destacarse, gracias al virtuosismo del Tuqui, a quien en los arrabales de Rosario llamaban "el Mósar del Tango". Pero el hombre contrajo una enfermedad deformante. Yo hacía la mímica mientras Tuqui tocaba detrás del telón.
La más aburrida: maître. Vista así, en conjunto, esta extraña carrera profesional me dio la formación perfecta para tener ahora el mejor trabajo del mundo: escritor.
Pero no me hice escritor respondiendo al canto de las musas. sino por una maldición familiar. Provengo de una familia de mentirosos. De niño, cuando enfermaba, me daban Jarabe de Benadryl. La dulce bebida en la mesa de luz era una tentación difícil de resistir, y producía un estado de ensoñación parecido al efecto de algunas drogas.
Por la tarde, aparecía el más grande de los mentirosos familiares, Vincenzo, mi abuelo, un capitán mercante que había dado la vuelta al mundo veinte veces. Historias maravillosas de lugares exóticos y bestias fabulosas que el viejo marino condimentaba sin pudor y narraba como ciertas.
La gripe era más instructiva y más divertida que la escuela. Mi padre mentía por dos razones: para obtener algo o para ocultar algo, y tenía muchas cosas para ocultar; mi madre mentía por prestigio, le encantaba inventarse historias en las que destacaban sus amistades, su inteligencia o su ingenio.
Pero también vi el altísimo precio que se paga por la mentira, que siempre se descubre y le da mucho poder a los adversarios. Y yo no quería pagar ese precio, entonces me hice un mentiroso profesional, es decir un escritor de ficción. Me pagan por mentir.
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