jueves, 5 de septiembre de 2013

La química del amor “Amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección”

La química del amor

El 14, el día de San Valentín, es la fecha señalada para reconocer este sentimiento que debiera perdurarnos cada instante. Pero ¿qué es el amor?
Por IWC

Pareja en el crepúsculo..
Si buscamos en diccionarios o libros especializados, podemos hallar que el amor “es un concepto universal relacionado con la afinidad entre seres, definido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista, que habitualmente se interpreta como un sentimiento; presenta fuertes connotaciones espirituales, de forma que trasciende el sentimiento y pasa a ser un estado del alma o de la conciencia”.
Pero, ¿cuáles son sus interioridades?¿Hay alguna explicación de cómo y por qué se compone, de cómo nos hace sentir únicos, felices, elegidos? ¿Hay algo que nos haga entender qué es el amor?
El camino
En la niñez el individuo solo se ve a sí mismo, quiere ser objeto de cariño y que los demás hagan cosas que lo hagan feliz; se suelen adoptar posturas muy egocentristas, y necesitamos hacérselo sentir. En los primeros años de la infancia se muestra afecto hacia los adultos o compañeros mediante el abrazo o el beso; luego, con el crecimiento, a veces se considera que todas aquellas muestras son infantiles y se acude a estrategias más “sutiles”, como una palmada en la espalda o reconocer que tal o más cual persona es “buena gente”, pero no va mas allá de eso.
En la transición de la niñez a la adolescencia está claro que se debe abandonar aquella conducta infantil con la carga de egocentrismo que la caracteriza y mostrar afecto, recibirlo y exteriorizar el aprecio que le demuestran las demás personas. Estos cambios no son fáciles, pero ocurren de forma natural; tan solo requieren de tiempo.
La adolescencia, la edad del enamoramiento por excelencia, puede ser también la edad del descubrimiento del amor.
Se sabe que a los hombres les resulta más difícil que a las mujeres, porque a ellos se les ha conformado para que “carezcan de sensibilidad” y “delicadeza” a la hora de mostrar sus emociones.
Sobre los 15 años de edad, el adolescente debe dominar dos elementos importantes: primero, aprender el método socialmente legitimado de expresar el amor; segundo, reconocer hasta qué grado es aceptable la expresión de los afectos por la sociedad. Y con este equilibrio está listo para experimentar el amor hacia una pareja.
No es que “necesariamente” tenga que ocurrir en esa etapa, sino que ya se está listo para adentrarse en la búsqueda de este sentimiento. Hallarlo, no importa cuándo, es una experiencia vital por la cual todo ser humano debiera transitar al menos una vez.
¿Amor o enamoramiento?
Cuando estamos enamorados nos parece que nuestra pareja es perfecta y la persona más maravillosa del mundo. Ahí precisamente radica la diferencia no tan sutil entre enamoramiento y amor. ¿Pues sabes qué?: se empieza a amar justamente cuando dejamos de estar enamorados. ¿Cómo?, te preguntarás. Pues así es.
El amor requiere conocer a la otra persona, implica tiempo, reconocer y aceptar los defectos del ser amado, implica conocer lo bueno y lo malo de la relación de pareja. Enamorarse es solo la atracción entre dos seres, el deslumbramiento, el deseo ciego. El amor es la consumación, la plenitud, el aceptar con defectos y virtudes a nuestra pareja. Esto no quiere decir que enamorarse no sea bueno; sin embargo, luego todo se pone mejor. Para vivir el amor se requiere primeramente estar dispuestos a construirlo.
Las partes del amor
Si el dar es condición del amor, la realización de la persona amada es motivo de realización.
Como proyecto de vida: El significado de la unión pactada entre dos seres que se aman lleva implícita la búsqueda del bienestar común y el compartir en el futuro. El amor entre dos personas siempre se proyecta hacia delante y les permite programar lo que quisieran hacer. Decía Antoine de Saint Exupéry, autor de “El principito”, que “amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección”.
Como cuidado: El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento constante de quien amamos. Por tanto, es natural que deba haber preocupación por el otro. El interés por su bienestar constituye una muestra del interés y el deseo de evitarle situaciones difíciles o acompañarle cuando estas se presenten. Ambas partes juegan un papel de colaboradores en aras de que la pareja sea mejor, lo cual incluye ayudar a retroalimentar para la persona que ama sus detalles positivos y negativos, contribuir a pulir su personalidad y a reconocer sus errores.
Como responsabilidad: Es el fruto de la decisión de cada uno de contribuir con el otro. La vida del otro miembro de la pareja pasa a ser compartida, de la competencia no de uno, sino de ambos.
Como respeto: Está presente la aceptación que permite ver a la pareja tal y como es, teniendo presente su individualidad. Ahora bien, el respeto supone conocimiento.
Como conocimiento: Una manera equivocada de concretar el conocimiento del otro está dada por el control del otro, pues esto lleva a estar al tanto de todos sus movimientos. Pero un conocimiento respetuoso y responsable hace del acto de conocer al otro una forma de penetrar en ella sin hacerle daño y manteniendo su libertad, y así descubrirse a sí mismo.
Hay en la vivencia del amor una expresión del espíritu altruista del ser humano. El respeto, la responsabilidad, el cuidado y la búsqueda de conocimiento son expresiones del dar. El verdadero amor difiere del vulgar mercantilismo que convierte a las personas en objetos de intercambio para obtener beneficios de una relación.
Amor de pareja: ¿egoísta o altruista?
Otro falso concepto pregonado a viva voz y repetido hasta el cansancio consiste en que el amor es desinteresado. Dicho así, se acepta más por deseo que por actitud; en cambio, basta un mínimo análisis para comprender que el amor de parejas es, y debe ser, una de las actitudes más egoístas que conocemos y ahí, justamente, es donde radica su mayor fortaleza.
La falsa concepción que lo tilda de incondicional y desprendido, destruye en sí su elevado valor como el sentimiento más elevado del ser humano. El amor auténtico es la experiencia más egoísta posible en el verdadero sentido del término, pues beneficia tu vida de una forma que no implica sacrificio de otros hacia ti ni de ti hacia otros.
Amar a una persona es egoísta porque significa que valoras a esa persona en particular, que él o ella hace tu vida mejor, que él o ella es una fuente de alegría personal para ti. Un amor “desinteresado” es una contradicción en términos. Uno no puede ser neutral hacia algo que valora. El tiempo, esfuerzo y dinero que uno dedica a alguien que quiere no son sacrificios, sino acciones tomadas, porque su felicidad es crucialmente importante para la tuya propia.
Tales acciones solo serían altruistas si se hicieran por un desconocido o por un enemigo. Aquellos que argumentan que el amor demanda la negación de los deseos del uno mismo, debieran sostener la creencia de que a uno le es indiferente si la persona amada está sana o enferma, si siente alegría o tristeza, está viva o muerta…
La naturaleza del amor crea ciertas demandas en aquellos que desean disfrutarlo. Uno debe considerarse a sí mismo digno de ser amado. Aquellos que lo exigen como un deber altruista, esos que piensan que deben ser “queridos porque lo necesitan”, buscan un valor de la misma forma que un ladrón busca riqueza no merecida.
El amor es demasiado precioso para ser entregado indiscriminadamente.
Sin lugar a duda, el amor se compone en buena medida del placer interesado de ser digno del amor de alguien y de haber encontrado a alguien digno del tuyo, y olvidarse del mundo.
Amor y adolescencia
La adolescencia es una etapa difícil, porque es cuando buscamos nuestra identidad; es decir, descubrir quiénes somos. Valoramos y evaluamos nuestra educación pasada y presente; nos cuestionamos sobre las reglas familiares, sociales, culturales y económicas; buscamos individualidad e independencia, la aceptación de los demás (en especial por las personas de nuestra misma edad).
La transición hacia la sexualidad adulta no solo lleva consigo cambios fisiológicos producidos en la pubertad, sino también el desarrollo de intereses y actitudes, de nuevas pautas de conducta que vamos aprendiendo con el paso del tiempo. La principal importancia de la transición hacia la adultez es la identificación sexual, el proceso de aceptación del sexo como parte de la identidad personal. Involucra asumir roles, actitudes, motivaciones y conductas propias del género. Para ello resulta muy importante que la identidad asumida sea confirmada por otras personas.
No es fácil para ningún adolescente alcanzar la sexualidad adulta, ya que tiene que afrontar tareas primordiales y aprender a dominarlas. Debe adquirir conocimientos sobre el sexo y los roles sexuales para comportarse de una manera aceptable para los que lo rodean, aprender los valores impuestos por la sociedad como guía para seleccionar a la persona del sexo opuesto que lo va a acompañar durante toda la vida, y sobre todo, aprender a dar y recibir amor.
El sexo: ¿una prueba de amor?
Para el adolescente madurar un verdadero amor es un verdadero desafío y una prueba de valor. Hay tres elementos fundamentales del amor integral: sexuales, eróticos y personales. Estos no ocurren contemporáneamente, sino que van apareciendo durante la transición hacia la sexualidad adulta.

El sexo suele ser una excusa usada para la “comprobación” del amor. Muchos se escudan tras esta acción para llevar adelante una relación o establecer un estatus de “verdadero amor”.
Sin embargo, el sexo es solo un componente más de una relación y no decide realmente sin una persona esta enamorada o no. El acto sexual en sí se adentra más en las aguas del deseo y la carnalidad. Forma parte del amor pero no es el “Amor”.
Tener sexo no es una prueba de madurez, ni mucho menos una prueba de sentimientos. No determina ser más o mejores hombres o mujeres, ni tampoco estar enamorado. La única prueba de amor verdadera es la entrega y el apoyo de dos personas que se funden en una. El acto sexual cuando dos personas están preparadas y de mutuo acuerdo está bien, pero solo cuando estas condiciones están creadas; y si se está enamorado, o se hace con la persona amada, entonces es mucho mejor. En ese caso, en verdad: sí se está “haciendo el amor”.
En toda relación de pareja existen tres componentes fundamentales que interactúan y condicionan el interés de estar juntos. Se trata de la sexualidad y el placer; la amistad y el compañerismo; así como el compromiso y el sacrificio
Tú y yo: uno
Hay muchas definiciones del tema, pero hay una que me fascina y data de muchos siglos, lo cual evidencia que el sentimiento ha preocupado siempre a la humanidad. Dice un texto bíblico: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”.
Muchas veces nos preguntamos: ¿qué es el amor?, sin que encontremos respuestas lógicas, pues no existe. La respuesta evade toda explicación, todo intento de encasillarla en una definición. Cada persona tiene su propia solución, ya que cada cual forma su propio ideal del amor.
Por tanto, para llegar a cualquier conclusión sobre qué es el amor lo único que debemos hacer es mirar a nuestro interior y encontrar lo que es y lo que representa para nosotros.
“El amor es algo que nunca entenderemos”, afirman muchísimas personas. Y quizá sea mejor así, pues comprenderlo tal vez nos privaría de la emoción, del sentimiento y la pasión que implica estar enamorado. Se puede vivir de cualquier manera; pero, luego de haber amado, la vida cambia por completo. Entender qué es el amor no es tan importante. La respuesta la “sentimos” cuando vivimos en él, y no alcanzan todas las palabras para explicarlo.
La naturalidad del amor
El sentimiento es imposible de forzar. El amor fluye libremente como un río que no se puede contener. Posee la peculiaridad de unir extremos, de hacernos sentir inundados y a la vez en calma. No cree en razas, posiciones sociales ni conveniencias. El amor simplemente llega y no puede hacerse nada para detenerle. Ahí radica su poder.
Ser correspondido nos puede convertir en la persona más afortunada del mundo, no serlo puede hacernos sentir miserables. Puede llevarnos al “cielo” o hundirnos en el “infierno”, pero el riesgo lo vale. No hay sentimiento más sublime que el amor. Una persona enamorada no cree en contratiempos, vive en un estado de gracia que casi raya la estupidez, pero es una estupidez sana, una que todos deseamos vivir por siempre; un estado de asombro en el cual todo se redimensiona y aquello que podía ser trivial adquiere nuevas connotaciones cuando implica a la persona amada.
Puedes no saber a quien amarás, pero sí puedes sentirlo. Esa “química” ya está presente en la primera mirada, en el deseo de estar con alguien por encima de todas las cosas, de saltar al vacío si fuese necesario. El amor nos hace mejores. Una persona enamorada es capaz de irradiar hacia su entorno su felicidad.
Decían los Beatles, con esa sencillez que caracteriza las grandes cosas, que todo lo que se necesita es amor. Y siempre lo hemos sabido: para que este mundo sea un sitio mejor, para que tú y yo seamos mejores, el amor es todo lo que necesitamos.
Las fases del amor:
1. La atracción genérica hacia cualquier persona.
2. El interés por un tipo especial de hombre o mujer, quedan desplazados los tipos que no corresponden a los gustos o sensibilidad propia.
3. El enamoramiento por una persona que se considera el ideal insustituible para toda la vida.
 

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