¿Constituye la diferencia de edades un impedimento para establecer una relación sentimental?
(Tema sugerido por Daimiris Romero Mendoza)
De acuerdo con el criterio establecido culturalmente entonces, una diferencia de edades alrededor de los 10 años, era el tiempo óptimo para que la pareja pudiese aportarse lo mejor de sí…, por supuesto, mientras durase.
Lo cierto es que en la búsqueda de las experiencias del amor la edad puede o no ser un factor dominante, pues depende del camino recorrido por cada parte de la pareja, la intensidad de su pasión y lo verdadero de su atracción.
Muchos mitos y tabúes se tejen alrededor de las relaciones con diferencias de edades. Intentemos aclarar algunos.
Tiempo para amar
La edad es relativa. Si bien el físico cambia con el transcurso de los años, es más una cuestión de actitud ante la vida la que determina cuánto hemos envejecido en realidad. No es raro toparse con alguien que es joven biológicamente, pero muy maduro mentalmente y viceversa.
La edad cronológica solo significa números, el conteo que se realiza de las vueltas de la Tierra alrededor del Sol no es en ningún momento una medida de cuánto debemos abstenernos por no estar en la “edad apropiada”, porque ¿cuáles son los años estimados para enamorarse o amar a otra persona? ¿Hay una tabla que defina qué debemos hacer a una edad u otra?
El tiempo vivido nada tiene que ver con los sentimientos. El carácter y la inseguridad de cada cual son los que nos llevan a desestimar o reprimir sentimientos que luchan por brotar y hacernos la existencia más placentera o, en su defecto, al menos vivir con el orgullo de haberlo intentado.
Como decía la canción “Caballo viejo”, que popularizara tanto la orquesta cubana Aragón como el brasileño Caetano Veloso: “quererse no tiene horario ni fecha en el calendario”. Pero hay muchos que culpan al almanaque de sus fracasos y cobardía.
Las edades del amor (Cont.)
La edad, o las diferencias de edades, solo marcan en una relación un estilo de vida que, desafortunadamente, no es bien visto por la sociedad. Ahí está el verdadero obstáculo.
Sexo y edad
Los especialistas señalan que este tipo de atracción tiene que ver con necesidades psicológicas no resueltas y que fundamentalmente no van ligadas a lo físico, sino a la personalidad, sabiduría y poder, que simboliza una persona con experiencia.
Cada vez es más común encontrar parejas que cuentan al menos con 10 años de diferencia entre ambos. Si bien la tendencia, histórica por lo demás, sigue siendo mayoritaria en cuanto a hombres mayores que se unen con mujeres menores, existe un claro aumento de relaciones inversas, es decir, que la mujer tiene más edad que su pareja; aunque es válido aclarar, de este tipo de vínculo se sabe menos, pues se sigue juzgando como tabú a pesar del cambio en la percepción social y los derechos de la mujer.
Lo contrario ocurre con los varones maduros, quienes son valorados públicamente por estar con una dama mucho menor.
Demostrado está que la mujer alcanza su mayor intensidad sexual cuando el hombre comienza a decaer. El sexo masculino tiene su “pico” a los 18 años y se mantiene en forma intensa hasta los 30, edad en que comienza a decaer gradualmente. La curva de la mujer es al revés. Generalmente, comienza a tener una vida sexual satisfactoria después de los 30 cuando se produce una explosión intensa, y después de los 40 tiene un renacer sexual.
Por eso no debería resultar extraña la unión entre un hombre de 25 años y una mujer de 40, ya que ambos están en su apogeo sexual.
Las motivaciones
En una relación con diferencia de edad influyen notablemente. Pero también hay otros factores que pesan como la seguridad económica que pueda brindarse, la superioridad cultural y la experiencia.
La elección de parejas mayores se relaciona con necesidades psicológicas inconclusas, de las que en general, no se tiene conciencia. A nivel inconsciente se busca en el otro satisfacer necesidades no resueltas. Por ejemplo, mujeres que han tenido una carencia paterna importante durante su infancia tienden a buscar hombres mayores que les den protección y seguridad.
Como contraparte, el varón joven se siente atraído por mujeres mayores porque busca una imagen materna. Según la psicología, “son relaciones bastante edípicas, en la que el hombre siente que es más cómodo que una mujer les dirija la vida”.
El éxito de este tipo de uniones está determinado por la adaptación de ambos mundos a las vivencias, necesidades y experiencias del otro, sin la obligación de perder sus propias libertades.
Tiempo modernos
La integración de la mujer al mundo laboral y la igualdad sexual ha acortado notablemente la distancia de edad entre los cónyuges, que en la actualidad ubica al hombre apenas tres años mayor que ella, en promedio. Sin embargo, según especialistas, la tendencia en el futuro próximo es que las parejas tengan una diferencia de edad entre 10 y 20 años, sin distinguir sexo.
Lo cierto es que una relación en la cual alguno de los dos es unos cuantos años mayor abre un abanico de oportunidades. Primero, porque revitaliza, (pues el deseo de impactar a la contraparte nos hace cuidar aun más la apariencia física, de manera que nos esmeramos en lo concerniente a la alimentación y hacemos ejercicio para mejorar figura y salud).
Segundo, eleva la autoestima (pues sentirnos deseados o queridos renueva nuestra confianza en nosotros mismos, nos motiva a hacer cosas que en otro momento eran impensables y brinda seguridad). Tercero, amplía el panorama (el intercambio de experiencias y gustos nos da una nueva manera de ver las cosas, de pensar en forma distinta a partir del panorama de nuestra pareja, lo que nos enriquecerá como seres humanos; sea cual sea la formación académica o cultural que hayamos tenido, la diferencia de edad en la pareja será motivo para detenernos a pensar, aunque no sea nuestro caso) y, finalmente, y lo más importante, hacen la felicidad de quienes están inmersos, ya sea la diferencia que exista, sin que nadie salga perjudicado con esa decisión.
De los griegos a nuestros días
Sócrates, en su libro “El banquete”, filosofa ampliamente acerca del amor, y argumenta que este no consiste en complementar las propias deficiencias, en buscar la mitad perdida, porque esto es egoísmo y se agota en cada individuo en particular.
El verdadero amor busca poseer al amado, pero no para autocompletarse al estilo del andrógino, sino para poder perdurar a través de la especie. El impulso erótico es, en última instancia, una manifestación del deseo de inmortalidad, y el hombre se siente feliz en el cumplimiento de ese fin.
“Al amor se accede por diferentes grados —amplía Sócrates—, desde los más inferiores hasta el más superior y son los siguientes: atracción por los cuerpos hermosos; enamoramiento de un solo cuerpo; enamoramiento de todos los cuerpos hermosos; preferencia de la belleza del alma a la corporal; contemplación de la belleza en las costumbres y las leyes; y contemplación de la belleza de los conocimientos y de la belleza en sí”.
Según se progresa en esta ascensión, la fecundidad biológica y la espiritual aparecen en relación inversa, y todo concluye entonces en la contemplación de la belleza en sí, a través de una experiencia mística.
No se equivocaba Sócrates al profundizar acerca del tema. El amor es en sí la experiencia necesaria que todos deberíamos disfrutar sin importar la edad, momento de bienaventuranza o desgracia que origine. La intensidad de sí mismo nos lleva a revelarnos más allá de toda máscara o personaje para comprendernos a través de esos otros ojos desde los cuales nos miramos. Pobre de aquel que no sepa ni sienta el momento en el cual es inevitable decir “te amo”.
¿La edad? ¡Los años que importan! Al corazón, como al alma, no le salen arrugas. Amar o ser amado es la esencia que nos humaniza; para quienes aman no existe más tiempo que aquel desde el cual se admira en los ojos de su pareja.
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