Miro mis manos
como si los pensamientos se reunieran allí,
como agua de lluvia.
Querría poder beberlos y saciar mi sed.
La idea que la vida pueda ser una mano abierta, dá serenidad.
Pero es una serenidad breve,
que se quebranta en cuanto levanto la mirada sobre esta noche sin fin.
Si me observo reflejado en el vidrio
entiendo que es como cuando me preparaba a partir.
No digo que éste tiempo haya transcurrido en vano.
Respirar el infinito revuelve, roba el corazon y nada es como antes.
Y la maravilla de que los ojos se llenan
dá sensaciones que me devolverán esclavo de una nueva nostalgía.
Una vez más estoy tras una ventana.
No muy diferente del niño que esperó que el techo del mundo
le devolviera su globo.
También yo espero una señal, un sueño, un sonido,
algo que rompa este sueño.
Pero ésta noche está sin techo
y aquel globo no volverá.
Yo quería salir de mi mismo
para saber si es cierto que en todo sitio que vaya
el cielo tiene el mismo color
y donde se siente el mismo dolor del universo.
Lanzo la piedra de estas palabras en el estanque de tus emociones.
Déjalo caer sobre el fondo y sigue las olas.
No sé sobre cual orilla te llevará
Pero espero que cuando vuelvas atrás a mirar el camino.
Sientas que valió la pena.
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