Tengo como bronca
de mis escritos dormidos
guardados, amarillentos
por el paso de los años.
De pronto siento el impulso
de quemar casi 30 años
de palabras, pensamientos,
que en papeles aún retengo.
He perdido el misticismo,
el misterio de la gloria
de conservar la memoria
en casi mitad de siglo.
Lucha mi vena ancestral
por guardar para el futuro
el fundamental archivo
de la historia personal,
contra el impulso vital
del escepticismo absurdo...
A quén le importa este mundo,
o la memoria genuina
de un ser humano que en vida
se esforzó por recordar
paso a paso su existencia,
cuando ni religión ni ciencia,
dan valor a un ser mortal?
sábado, 6 de julio de 2013
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