Carta de Juliette a Víctor Hugo
Mi querido, amado, he aquí esta carta, muy corta por la forma
y muy larga de fondo, pues contiene todos mis sentimientos,
todo mi corazón. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y
eso es todo. No es muy cansado para el espíritu y es muy dulce
para el corazón – te quiero.
Mi adorado, me has hecho muy feliz, a veces doblemente feliz,
pues compartías mi felicidad. No obstante, tengo un sentimiento
de tristeza y de inquietud que no me deja casi nunca, que quisie
ra ocultártelo siempre, pero esta noche desborda mi pecho,
es necesario que te lo muestre. Tengo miedo de ser para siempre
una pobre chica. Tengo miedo de que esta inacción en la que
vivo desde hace un año, acabe en mi ruina ya iniciada por el fra
caso de Marie Tudor. Tengo miedo de que tu aparente tranquili
dad en lo que concierne a mi carrera dramática no sea conside
rada como la más formal confesión que no puedo aspirar a un
futuro en mi oficio.
Tu posición y la mía vuelven estos temores en verdaderos tormen
tos que me obsesiona noche y día, que cambian la naturaleza de
mi carácter, que destruyen mi coraje y me quitan toda confianza
en la duración de nuestra felicidad. Quisiera estar segura que
mis temores son solamente meros temores, y entonces retomaría
mi alegría y mi resignación con las dos manos. Pero... ¿quién
va decirme la verdad sobre el tema? ¿Tú te atreverás? Te ruego
de rodillas. Dime la verdad, nada más que la verdad cualquiera
que sea, que sepa al menos dónde estoy en lo que toca mi futu
ro, que sepa de manera segura lo que piensas de mí. Te pido
tu opinión en toda consciencia, te la pido con las manos
juntas. Prefiero la certidumbre de mi ruina que la duda. Así pues,
no te andes con contemplaciones.
He aquí una carta muy corta por la forma, decía al empezar,
porque mi intención era terminarla en te quiero. Pero fui arrastra
da por la necesidad de abrirte mi corazón, por dejar escaparse
mi aflicción y el desaliento que me devoran desde hace
tiempo. Perdona mi flaqueza. Hubiera debido esperar a que ya
no estés tan ocupado, pero no lo pude. Perdóname por el amor
que tengo por tí.
El temor es también parte del amor más apasionado y más
delicado. Es cierto Juliette
y muy larga de fondo, pues contiene todos mis sentimientos,
todo mi corazón. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y
eso es todo. No es muy cansado para el espíritu y es muy dulce
para el corazón – te quiero.
Mi adorado, me has hecho muy feliz, a veces doblemente feliz,
pues compartías mi felicidad. No obstante, tengo un sentimiento
de tristeza y de inquietud que no me deja casi nunca, que quisie
ra ocultártelo siempre, pero esta noche desborda mi pecho,
es necesario que te lo muestre. Tengo miedo de ser para siempre
una pobre chica. Tengo miedo de que esta inacción en la que
vivo desde hace un año, acabe en mi ruina ya iniciada por el fra
caso de Marie Tudor. Tengo miedo de que tu aparente tranquili
dad en lo que concierne a mi carrera dramática no sea conside
rada como la más formal confesión que no puedo aspirar a un
futuro en mi oficio.
Tu posición y la mía vuelven estos temores en verdaderos tormen
tos que me obsesiona noche y día, que cambian la naturaleza de
mi carácter, que destruyen mi coraje y me quitan toda confianza
en la duración de nuestra felicidad. Quisiera estar segura que
mis temores son solamente meros temores, y entonces retomaría
mi alegría y mi resignación con las dos manos. Pero... ¿quién
va decirme la verdad sobre el tema? ¿Tú te atreverás? Te ruego
de rodillas. Dime la verdad, nada más que la verdad cualquiera
que sea, que sepa al menos dónde estoy en lo que toca mi futu
ro, que sepa de manera segura lo que piensas de mí. Te pido
tu opinión en toda consciencia, te la pido con las manos
juntas. Prefiero la certidumbre de mi ruina que la duda. Así pues,
no te andes con contemplaciones.
He aquí una carta muy corta por la forma, decía al empezar,
porque mi intención era terminarla en te quiero. Pero fui arrastra
da por la necesidad de abrirte mi corazón, por dejar escaparse
mi aflicción y el desaliento que me devoran desde hace
tiempo. Perdona mi flaqueza. Hubiera debido esperar a que ya
no estés tan ocupado, pero no lo pude. Perdóname por el amor
que tengo por tí.
El temor es también parte del amor más apasionado y más
delicado. Es cierto Juliette