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Desde lo jondo
Zumos y libros
13-01-2009
JUAN PINILLA ;
Lejos de los inciensos y los callejones estrechos de calle Elvira y Calderería, lejos de la muchedumbre que camina entre tiendas pequeñas con recuerdos marroquíes, y más cerca del tráfico y las calles anchas neoburguesas infectadas de coches aparcados a uno y otro lado, se encuentra una tetería que bien podría pertenecer a otra época y otro lugar, un sitio donde los tés y los zumos naturales se cuentan por decenas, lo mismo que los libros que ofrecen los propietarios a los visitantes para pasar el rato. El acento argentino de los dueños añade un componente sofisticado, bohemio e intelectual a la tetería de calle Santa Clotilde, inmediaciones de la academia de Mariquilla, donde suelo acudir solo, a retirarme, almorzar, meditar o leer. Los cuadros que penden de la pared son de autoría propia, siempre suena jazz o música africana y el ‘menú crisis’ que ofrece Marta a diario reúne todos los mediodías a albañiles, artistas, estudiantes y pensionistas en torno a Kafka, Van Gogh y el jazz. Allí he vuelto a releer la ‘Metamorfosis’ kafkiana, me he inspirado con Van Gogh y sus pinturas, he resuelto crucigramas, he invitado a amigos a conversaciones amenas y distendidas y me ha parecido, algunas veces, ver a Baudelaire salir del baño y encaminarse a Mont-Párnase, o a Frida Kahlo insinuarse desde su famoso, surrealista e inquietante autorretrato en la portada de un libro a través del humo de las cachimbas mientras que las biografías de Lenin o Chaplin aguardan junto a los juegos de mesa. A veces hemos exaltado el gusto de este tipo de establecimientos donde en vez de tapa ofrecen cultura, vitaminas de zumos naturales aderezadas de humanismo, buena música y una ‘luz de infancias’ que nos recuerda como un ‘flash’ la tragedia en Palestina (¿por qué no puedo evitar acordarme de Palestina y sólo ver niños muertos por doquier?) Me llevo el portátil y tomo notas sobre algún libro interesante, notas que luego releeré o que se perderán en el fondo de un ordenador cargado de mensajes contradictorios, o contradictorio en sí, que me aparta a veces de la sociedad (cómo odiaba los ordenadores cuando empezaron a ponerse de moda y a condicionarnos la vida, y cómo me condiciona ahora la moda de la vida este aparato sobre el que ahora escribo) concentrado en la cantidad de vitaminas que habré tomado con el último zumo, porque reparo en ellas, si nos quejamos de lo abusiva que es la publicidad más podríamos quejarnos de la psicosis dietética que existe en la actualidad y de la que no nos libramos nadie. El caso es que allí se respira un aire de otra época, de otra dimensión, como he dicho más arriba o debiera haber dicho. El caso es que salimos de allí absortos en ideas e inspiraciones que funcionan de antídoto contra la velocidad de un mundo delirante, desordenado, descalabrado, deshonesto e hipócrita, adjetivos que acabamos de leer en Antonín Artaud mientras bebíamos el zumo.
miércoles, 14 de enero de 2009
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